sábado, 23 de noviembre de 2013

Día Internacional de la Palabra


La proclamación frente a la ONU, del 23 de Noviembre, como Día Internacional de la Palabra, es una iniciativa de la FUNDACIÓN CÉSAR EGIDO SERRANO, que consciente de la necesidad del dialogo, como herramienta fundamental para la erradicación de toda violencia, desea concienciar a toda la sociedad, con este concepto que constituye a su vez la piedra angular de sus objetivos fundacionales, y que sin duda es el único camino hacia una paz duradera entre los pueblos, sin discriminación de ideas políticas o religiosas.

Teniendo presente que la Carta de las Naciones Unidas declara: "Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra, a reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, y con tales finalidades a practicar la tolerancia y a convivir en paz como buenos vecinos".

Y recordando las palabras del Presidente de la Fundación, D. César Egido Serrano, “Estoy convencido de que el siglo XXI es el del entendimiento. La palabra tiene que ser el vínculo de la humanidad y la única forma de resolver los conflictos tiene que ser el diálogo. Esto está en las manos de las generaciones que hoy tienen la responsabilidad del liderazgo de los países y debe ser la herencia que dejen a las próximas generaciones.

Es por todo ello, que la Fundación selecciono el día 23 de Noviembre, día en el que se inauguró el MUSEO DE LA PALABRA, en su sede de Quero, Provincia de Toledo, como emblemática fecha en la que todos podamos conmemorar, algo tan sencillo y al mismo tiempo tan importante, “La Palabra como Vinculo de la Humanidad, frente a toda violencia”.

El presidente de la Fundación César Egido Serrano, su patronato, autoridades y simpatizantes, así como instituciones universitarias, otras fundaciones, representaciones diplomáticas de otros países, y diferentes personalidades del mundo de la cultura, la política, la literatura y el periodismo, impulsan esta idea, que ahora también puede respaldar cualquier ciudadano firmando en el listado de adhesión, que ratificará en solemne ceremonia, ante las Naciones Unidas, el presente MANIFIESTO:

1) Todas las personas, Instituciones y Organizaciones, firmantes del presente manifiesto, aceptan y consideran como imprescindible, para el avance pacifico de la sociedad mundial, que el diálogo, y por lo tanto la palabra, es el único medio de entendimiento entre los pueblos, y aceptan, por lo tanto, institucionalizar el Día 23 de Noviembre, como DÍA INTERNACIONAL DE LA PALABRA.

2) En esta jornada quedan emplazados, todos aquellos que lo deseen, a realizar diferentes celebraciones, relacionadas con el motivo impulsor de la misma, de manera que estas actúen como acción difusora y promocional. Así mismo, todos los firmantes adheridos a este manifiesto, se comprometen a coordinar o comunicar a la organización Fundación César Egido Serrano, las mencionadas actividades.

3) Existirá entre los firmantes un compromiso tácito, para la difusión y promoción de este día, por el bien del concepto que ello entraña y del que dimana toda su actividad.

4) Los firmantes del presente manifiesto, coinciden, así mismo, en su aceptación expresa de la Declaración Universal de Derechos Humanos que afirma que "toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión" (artículo 18), "de opinión y expresión" (artículo 19) y que la educación "favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos y religiosos" (artículo 26).

5) Todos los suscriptores de este documento aceptan como representantes ante el organismo pertinente de la ONU, así como ante cualquiera otro estamento nacional o internacional, a la comisión delegada de la Fundación César Egido Serrano, que desde su patronato se nombre en cada caso, y que actuará como portavoz y mandatario autorizado a todos los efectos.

6) Como herramienta común y con el fin de mantener un seguimiento ordenado y coherente de las diferentes acciones y propuestas, se acepta crear una red de comunicación y cooperación eficiente, a modo de plan de seguimiento, que se denomina Red de Participantes. Compuesto por los principales actores de este proyecto, el Plan de Acción del Seguimiento, comprende un sistema de evaluación de la efectividad, e incluirán los órganos rectores de las Naciones Unidas y la UNESCO, representantes diplomáticos de los países firmantes, y la delegación gubernamental española, como legitima representante y defensor de los intereses de la Fundación impulsora del proyecto. Este Plan de Acción de Seguimiento será coordinado mediante consultas regulares en todo el sistema de las Naciones Unidas y sus organismos especializados y en asociación con las Asociaciones de las Naciones Unidas, las Escuelas Asociadas de la UNESCO, los Clubes UNESCO y organizaciones no gubernamentales, intergubernamentales y regionales de todas las regiones del mundo.

Reconociéndose mutuamente la capacidad legal suficiente todos los efectos, como representantes de las diferentes entidades que se describen, firman el manifiesto las siguientes entidades jurídicas y físicas, mediante el formulario adjunto en estos enlaces (para ver los enlaces entra a la página del Manifiesto)

jueves, 21 de noviembre de 2013

Prohibido soñar, de Carlos Marianidis

Carlos Marianidis
Prohibido soñar
 Editorial Estrada. Colección Azulejos, Serie Roja
Ilustraciones: María Jesús Álvarez


Un homenaje a 30 años de democracia
Por Carlos Marianidis

Cada cuatro años, Argentina elige presidente, gobernadores de provincia e intendentes de ciudad. Y, cada dos, renueva sus representantes en el Congreso. La decisión la tomamos nosotros mismos, personas comunes que poblamos la patria y cumplimos los requisitos para ser ciudadanos. De esto se trata la Democracia. Pero no siempre fue así.

    Durante mi infancia, yo creía que la manera normal en que cambiaban las autoridades era por la fuerza. Cada tanto, un hombre de uniforme verde sacaba al que estaba gobernando y se proclamaba él mismo como nuevo presidente. Esta costumbre se llamó Golpe de Estado y duró mucho tiempo. Demasiado.

   Al crecer, descubrí que no solamente nuestro país había sufrido tristeza e injusticia. Mientras el hombre volaba por primera vez a la luna, en Europa los estudiantes se lanzaban a las calles a reclamar su futuro. Y, en casi toda América Latina, los pueblos luchaban por construir sus propios gobiernos y una vida digna.
  
    En Argentina, finalmente, el 10 de diciembre de 1983 volvió a sentarse en el sillón más importante de la Casa Rosada alguien elegido por el pueblo.
    Fue algo histórico. Los que tenemos cierta edad, recordamos hasta dónde estuvimos y con quiénes compartimos aquel día.

     A las diez de la mañana, yo hacía equilibrio en el borde de un cantero del Congreso Nacional -en ese tiempo, ni los edificios públicos ni las plazas estaban cercados con rejas-. Desde allí, con lágrimas en los ojos, escuché la voz que salía por los parlantes colocados en la entrada y a lo largo de la Avenida de Mayo. Tras largo tiempo de dolor para todo el país, sin libertad de elegir un gobierno ni representantes de ningún tipo, alguien juraba como presidente. Era un ciudadano común, como cualquiera de nosotros.

   Dos horas después, se abrió el portón del palacio. Y aquel señor de bigotes gruesos que llevaba una banda celeste y blanca cruzándole el traje oscuro nos sonrió a todos. Luego subió a un brillante Cadillac que lo condujo hasta la Casa Rosada. Despacio, muy despacio... Muchos jovencitos trotamos cerca del convertible negro mientras el hombre saludaba feliz, con sus dos manos unidas en el aire. Se llamaba Raúl Alfonsín.
Desde entonces, los argentinos decidimos nuestro destino mediante el voto en las urnas. Con pensamientos diferentes y hasta con fuertes discusiones. Pero siempre en libertad.
 
   Desde entonces, soñé con escribir un libro sobre lo que había pasado antes. Sobre lo que había costado llegar a aquel día en que la alegría se desató en cada calle de nuestro país.

   En el fondo, cuento lo mismo que había ocurrido en nuestros países hermanos. Pero  no hablo de los grandes detalles que se pueden leer en cualquier buen libro de Historia. Me refiero a pequeñas cosas que nos marcaron a los que crecimos en aquellos días difíciles, cuando estaba prohibido soñar.

4                                                            Diplomacia
   - ¿Qué es el Mayo Francés? –pregunto mientras, en el aire, se detiene frente a mí el plato de spaghetti, los fideos largos que tanto me gustan.- ¿¿Qué...?? ¿¿De dónde sacaste eso??    Me enoja un poco cuando me responden con otra pregunta. Por las dudas, no me quejo.- Ahí dicen que hoy se cumple un año más del Mayo Francés... ¿Qué es?    Hay un hueco de silencio. Veo que mamá mira hacia el televisor, donde el noticiero muestra una multitud de jóvenes que corre por una avenida muy ancha. Al fondo, se ve una torre de hierro inmensa que tiene la forma de la letra “i” minúscula. Los estudiantes levantan sus carteles y la policía les arroja algo que echa humo y los hace llorar.         Mi plato acaba de aterrizar en la mesa. La salsa parece suspirar una brisa tibia de tomate y orégano que enseguida me da más hambre de la que ya tenía. Luego, la respuesta a mi pregunta llega desde lo alto, envuelta en ese aroma dulzón.
- Es el mes de mayo, pero en Francia. ¡Come, que se enfrían!    Ah, bueno... pienso y pongo cara de inteligente.
    La voz de mamá siempre está envuelta en dos olores: al mediodía y a la noche, en olor a comida; a la tarde, cuando friega la ropa, en olor a lavandina. Me gusta hablar con ella, pero me molesta cuando cree que yo no entiendo las cosas. Me hace sentir un tonto y no sé cómo decírselo. Porque no quiero que se ofenda, o se enoje conmigo. Bastante tengo con papá, que vive de mal humor.    A mi lado, Ringo abre la boca y me muestra su lengua roja.- Ah, ah, ah... –jadea. ¿O se ríe?... Quizás, también él se da cuenta que en esta casa todos me toman por idiota. De cualquier modo, pesco un fideo con dos dedos, lo paso por el estofado para que tenga gusto a carne y se lo deslizo entre los dientes. Él lo traga en un segundo y pide más. Por suerte, mamá lo llama para que almuerce en su propio plato.     En la siguiente noticia hablan de nuestro país. Me gusta cuando muestran el frente de la Casa de Gobierno, que es un edificio antiguo con grandes ventanas coloniales. Después, todo se pone bastante aburrido, porque aparece una mesa larga que tiene arriba muchas carpetas y papeles. Alrededor, se sientan varios hombres de caras muy serias.
- Los patriotas del año mil ochocientos... ¿se sentaban en esa misma mesa? –pregunto.     Mamá sale del dormitorio y se detiene con un montón de camisas entre sus brazos. Mira la pantalla un momento. Y responde mientras sigue caminando hasta desaparecer.- Sí... Pero éstos no son patriotas.    Trato de enroscar los fideos como me enseñó el tío Juan. Es inútil: no me sale. O se me caen del tenedor, o se me hace un bodoque tan grande que no me cabe en la boca. Para colmo, acabo de mancharme la camisa nueva con salsa (las gotas de tomate salieron despedidas como un latigazo y no me dieron tiempo a nada). De pronto se me ocurre que, antes de empezar a comer, debía hacer algo. Pero no me acuerdo qué era.- Claro... Si fueran patriotas, llevarían galera, y en vez de corbata, andarían.... ¡de moño! –digo en voz bien alta para que se me pueda escuchar desde el lavadero.
- ¡No le grites a tu perro! Además, demonio es una mala palabra. ¡No quiero volver a oírla!    Miro a Ringo y levanto los hombros. Él me mira fijo. Creo que tampoco entiende.    Al pasar otra vez delante de mí, mamá se agacha y observa mi brazo izquierdo. Luego, se acerca y me lo levanta como si yo hubiera ganado una pelea de box. Sin decirme nada, destapa un frasquito que hay en la mesa y me arroja sal sobre la manga.- ¿Es para la buena suerte? El tío Juan dice que hay que tirarla por arriba del hombro.    Hay un silencio demasiado largo. Los ojosde mamá brillan de un modo inquietante.- ¿Me estás tomando el pelo, Carlos...?    Cuando en casa me llaman por mi nombre es porque están muy enojados conmigo.- No... –murmuro.- ¡Cuántas veces te lo dije! ¡Cámbiate antes de comer!    Era eso, acabo de recordarlo. Para defenderme, bajo la cabeza y señalo la servilleta que tengo atada al cuello. Quizás mi situación mejore si se nota que me la puse para cuidar la ropa. Pero lo hago con tanta mala suerte, que quedan al descubierto las manchas anteriores.- ¡Tu camisa del colegio! –escucho. Y al levantar los ojos, veo que toda la sal del frasco vuela sobre mi pecho- ¡Vamos, sácatela! ¡Pronto, antes de que se seque el tomate! 
    Ringo toma distancia. Se acuesta junto a su plato y apoya el hocico entre las manos. Apenas con un movimiento de las pupilas, observa todo lo que pasa.    Finalmente, me quedo así como estoy: en cueros, como dice el tío. Quisiera ir a ponerme una playera o algo, porque comienza a entrar un poco de frío por  la ventana. Pero tengo miedo de que la salsa vuelva a saltar de mi tenedor. Por hoy, no puedo ensuciar nada más. Así que trato de distraerme con la tele. Sin molestar, hasta que todo se olvide. 

Desde esta Aldea felicito a mi querido amigo Carlos Marianidis por la publicación de su más reciente libro y agradezco el generoso envío de esta obra, que estoy segura que es y seguirá siendo muy bien recibida por los jóvenes lectores, padres, maestros y amigos argentinos y de los países que compartimos idioma y sueños de democracia.